Después de diez años desde la primera entrega del universo cinematográfico de DC (Man of Steel, 2013), ha llegado el momento de poner fin a lo que creció sin pies ni cabeza. Aquaman y el Reino Perdido es lamentablemente solo otra película de superhéroes sin corazón y sin el respeto que merecen los seguidores de DC.
Años después de haberse convertido en el rey de Atlantis, la vida de Aquaman pinta de colores: se ha casado con Mera, y ambos han tenido un hijo, Arthur Jr. Por otro lado, David Kane, mejor conocido como Black Manta, aún sigue buscando la manera de vengarse por la muerte de su padre. Mientras Kane trabaja en una expedición, encuentra un tridente negro cuyo dueño le promete poner fin a Arthur a cambio de poseerlo.
Meses después, Kane ataca Atlantis para robar las reservas de Oricalco y llevar a cabo su plan de destruir no solo a Aquaman, sino también al planeta. Para salvar al mundo como lo conocemos, nuestro protagonista busca la ayuda de su medio hermano, Orm, y lo ayuda a escapar de prisión para unirse y derrotar a Kane.
Aquaman y el Reino Perdido representa todo lo que está mal en las películas de superhéroes: mal escrita, incongruente, centrada únicamente en el chiste fácil, con efectos especiales deficientes y predecible. Es evidente que, tras los escándalos que rodean esta cinta, tuvieron que realizar recortes y rescatar lo máximo posible de la historia.
Esta película pudo haber sido la gran oportunidad para cerrar años de historias con un final épico que realmente se merecía. Lamentablemente, decidieron concluirlo con una trama que no lleva a ninguna parte y no aporta nada al resto del universo cinematografico. Es una verdadera lástima para el desenlace de un universo que tomó más de 10 años en construirse.